Traslado de las reliquias de San Fernando en 1948

Llegábamos cansados después de más de doce horas de viaje en aquel célebre «tren especial» reservado para alumnos de la Escuela Naval Militar. Un buen centenar de alumnos que, terminado el permiso de verano, nos reintegrábamos con gran resignación a nuestros estudios. Era el 17 de agosto de 1948.

O-Caballero de la Orden de San Fernando[1]

Ya en la Escuela, al acercarnos al dormitorio de Alumnos, nos recibió el Jefe de Servicio: «Los de último curso, embarcan directamente en el «Neptuno». Llevar los cordones de gala, sable y guantes blancos impecables!»

Esa misma noche se hacía a la mar el minador «Neptuno», con la 35 promoción del Cuerpo General y la Primera del nuevo Cuerpo de Máquinas: 48 alumnos en total.

«Acudimos a tomar parte en la celebración del séptimo centenario de la creación de la Marina de Castilla. Vosotros prestaréis escolta de honor a las reliquias de San Fernando. Mañana, en Bilbao, recibiréis instrucciones!»

 ¡Y así empezó! Veinte días de cortas navegaciones, estancias en puerto de apenas horas procesionando las Sagradas Reliquias de San Fernando por los puertos del Cantábrico, por las calles de Bilbao, Portugalete, San Sebastián, Santander, Castro Urdiales, El Ferrol y, finalmente, Marín, en donde entramos el día 3 de septiembre.

Recuerdo los actos del primer día, aunque no el orden de la Procesión:  Presidía el Ministro de Marina, Almirante Regalado, portando la espada del Rey Santo. Seguía el Teniente de Alcalde de Sevilla, con el Pendón ganado por San Fernando a los moros en la reconquista de Sevilla, luego una Autoridad local con las llaves de la ciudad entregadas a los conquistadores y por fin el Capellán Real de Sevilla, Don José Sebastián Bandarán, con la Reliquia de San Fernando, creo recordar que un trozo de uno de sus dedos. En cada caso, dos guardia marinas en escolta inmediata y el resto de los alumnos, en formación prestando escolta de honor.    

Hermandad 1[1]

Así en todos los puertos del Cantábrico, tan ligados al «Almirante» Bonifaz y a los barcos que forzaron las cadenas del Guadalquivir y permitieron la reconquista de Sevilla.

El último fue Marín, sede de la Escuela Naval Militar. Allí, como en un «agradecimiento especial del Rey Santo» a los que lo habíamos protegido y honrado a  lo largo de casi tres semanas, tuvo lugar para nosotros la ceremonia final en la gran explanada, durante la cual el Capellán Real, en presencia de las reliquias de San Fernando y de las autoridades que nos habían acompañado durante aquellos veinte días, nos devolvieron el gran honor de cruzarnos Caballeros de la Hermandad de San Fernando de Sevilla a los componentes de las dos promociones. Fue el cuarto día del mes de septiembre de 1948

Al día siguiente nosotros de nuevo a la mar, esta vez rumbo a las Canarias, mientras las reliquias del Santo, que habían descansado aquella noche en la Capilla de la Escuela Naval, fueron trasladadas a Santiago de Compostela, en cuya Catedral permanecieron unos días en compañía del Santo Apóstol.